domingo, junio 10, 2007

EL SAN JUAN NO ES SOLO DE DIOS, ES DE TODOS

Por: Lilian Marcela
Segura Moya
melita04_27@hotmail.com

En un país en donde al parecer nos preocupamos más por el cierre de una discoteca, que por el cierre de un hospital, donde la gente se muere tirada en las calles por falta de atención médica, y algo tan absurdo como “el paseo de la muerte”, sucede a diario en Colombia, es muy difícil comprender y aceptar, como un hospital de la calidad del San Juan de Dios de Bogotá, se encuentra cerrado.
El San Juan De Dios, es esa institución que durante 443 años, atendió a
millones colombianos de diferentes partes del país, que con escasos
recursos económicos, llegaban allí en condiciones paupérrimas y recibían una
atención y un manejo médico excelente.
Un hospital en el que se han formado los mejores médicos del país y las facultades de medicina de la Universidad del Rosario y Universidad Nacional de Colombia.

En el San Juan se han creado y han nacido también, diferentes patentes médicas, que hasta nuestros días son usadas en muchas instituciones del país, como es el caso del conocido Torniquete de Peñalosa, La Válvula de Hakim, la Bolsa de Contención Abdominal del doctor Oswaldo Borraes, las cirugías a nivel cerebral del doctor Llinás, los avances genéticos de Emilio Yunis, los estudios y vacunas del Instituto Nacional de Inmunologia, comandado por Manuel Elkin Patarroyo, o el uso de elementos tan sencillos y de bajo costo como el uso de la panela y la miel de abejas, para el manejo y cicatrización de las heridas.

Por estas y otras razones, es absurdo e inconcebible entender y admitir por qué un centro médico como El San Juan, donde se realizaban 31.000 cirugías en un mes, que llegó a ser catalogado como uno de los mejores hospitales a nivel de Latinoamérica, al contar con los servicios, personal médico, máquinas e instrumentos quirúrgicos y científicos, de alta calidad, que conllevaron a que recibiera la condecoración de La Cruz de Boyacá, ahora se encuentra en un paisaje desolador, donde sus únicos visitantes son aquellos trabajadores, que acuden a diario, sin falta, a firmar una de las tantas hojas de asistencia, que durante cerca de seis años han llenado, con la esperanza de que por fin llegue ese día en el que su trabajo arduo, entregado e incansable en el hospital, sea reconocido y remunerado.
Al llegar al San Juan de estos días, que suman más de 2600 desde que fue
cerrado, me encuentro de frente con un mural en el que Uribe es expuesto como un
vampiro “chupa sangre”, que les está quitando la energía y las ilusiones a los
hijos y empleados del hospital.
Caminando, en medio de un ambiente irreconocible, de lo que fue éste en sus años de funcionamiento y “gloria”; ahora, el pasto de aquellos jardines cuidados, me llega hasta las rodillas. La prisa, la bulla y la algarabía de todo el personal médico, que corría incondicionalmente para salvar vidas, se ha quedado en el recuerdo, y los perros callejeros y las ratas son mis únicos acompañantes en el trayecto por el hospital.

Al recorrerlo, me encuentro también, en medio de grandes y antiguos edificios, que aun en el abandono y el paso inclemente del tiempo, conservan su bella fachada arquitectónica, edificios compuestos por laboratorios clínicos, unidades de cuidado intensivo, salas de cirugía, de partos, de rayos X, con innumerables equipos y camas que son desperdiciados y están en riesgo de dañarse al permanecer encerrados, cubiertos por una densa capa de tierra, y olor a humedad, al no ser utilizados por cerca de siete años.

Así mismo, lo que fue en algún momento, el hogar de muchos pacientes, médicos, historias de vida y de muerte, ahora se ha convertido en el hogar de diferentes ex empleados del hospital, que junto con sus familias, al verse afectados en su situación económica por el cierre del San Juan, decidieron tomar sus cosas e irse a vivir a este lugar que en un momento fue su sitio de trabajo, porque aunque parezca increíble, no es extraño encontrarnos con instrumentos de cocina, ropa, juguetes, y útiles escolares, de sus nuevos habitantes, que quizá movidos por la incertidumbre y el desespero, no han medido el riesgo y las consecuencias a las que se encuentran expuestos, al estar habitando un lugar que durante cientos de años, albergó todo tipo de infecciones, virus y enfermedades.

Pero tal vez, la terquedad o la testarudez, de estos nuevos vecinos y huéspedes, quienes se resisten a salir del hospital, podría llegar a ser de alguna manera más comprensible, que la de aquellos, que por su negligencia, ineficacia, ineficiencia y corrupción, no han permitido que los colombianos no hayan podido acceder a los servicios de salud que el hospital estaba en condiciones de brindar, de salvarles la vida, a niños, ancianos, indigentes, pacientes carcelarios, pacientes psiquiátricos, enfermos de SIDA que no tenían que sacar ni un solo peso de sus bolsillos para ser atendidos, pacientes con tuberculosis, de todo tipo de enfermedades de alta complejidad, que el San Juan hubiera atendido, con las capacidades humanas, médicas y científicas con las que contaba, al ser un hospital de tercer nivel.

Para sus empleados, ya han pasado siete años de resistencia, años en los que muchos de ellos, siendo excelentes profesionales, con una hoja de vida intachable, llena de conocimientos y experiencia, han tenido que terminar tendiendo camas en los moteles.
Para los pacientes, la pregunta que se hacen una y otra vez, ¿Cuánto más?, cuanto más tendrán que esperar para que el gobierno reaccione frente a sus necesidades, cuanta más gente tendrá que morir tirada en las calles por no tener un hospital a donde acudir. Por que aunque muchos digan o crean que El San Juan de Dios ha muerto, para otros es como si estuviera en coma, porque su corazón, sus esperanzas e ilusiones aun siguen latiendo.


Fotografías: Manuel Elkin Patarroyo, www.unab.edu.co
San Juan de Dios, www.mincultura.gov.co